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lunes, 31 de mayo de 2010

De todas las mujeres del mundo creí que a la única que nunca le iba a pasar esto era a mí. Nunca entendí eso de la depresión post parto, el sentimiento ambiguo del puerperio me fue ajeno con mi primer hijo y no me terminaba de cerrar que una mujer sufriera después del milagro de tener un hijo. Pero aquí me encuentro, feliz porque no le puedo pedir más a la vida y a la vez con una tristeza que me pesa demasiado.

No he leído mucho a cerca de esta etapa. Quisiera creer que es una cuestión hormonal y que pasa con el tiempo. Y mientras tanto tendré que pasarla, que se le va a hacer. Aunque a veces pienso que no puedo tengo que seguir, no me puedo dar el lujo de tirarme en la cama a ver la tele sin parar. Soy feliz, de eso no caben dudas. Tengo dos hijos maravillosos, una pareja que me apoya y me da fuerzas todos los santos días, una familia que me contiene, amigas que me escuchan. Sin embargo por momentos siento que no puedo con dos hijos, la casa y mi propia vida. Y ahí me acuerdo que todavía me falta volver a trabajar. Estoy fregada.

No me gustaba mucho la idea de contar acá que estoy en un bajón anímico importante del cual me cuesta horrores salir. Pero después pensé que muchas de las que me leen son mamás. Y que quizás me pueden tirar una soga, que la verdad no viene mal.

Y ahora las dejo que se despertó Sofi y reclama teta.

así recibimos el bicentenario

miércoles, 26 de mayo de 2010


reflexiones sobre la vida y la muerte

lunes, 17 de mayo de 2010

Joaquín: -Ma, no es cierto que cuando la gente se muere de una enfermedad o porque es muy vieja, no se muere al máximo?
Yo: -Cómo?
Joaquín: -Claro, que cuando nos morimos en realidad no nos morimos del todo. Nos quedamos en el mundo y seguimos viviendo.
Yo: -.....
Joaquín: -Porque nuestro cuerpo se queda en la tumba pero el espíritu sigue por el mundo viviendo.
Yo: -Ahhh...
Joaquín: -Ser espíritu es lo mejor!

el año del nosocomio

lunes, 10 de mayo de 2010

Ya pasó, pero hay que pasarla eh. Ahora lo cuento con cierta tranquilidad, pero hace menos de una semana caminaba por las paredes del Sanatorio Mitre mientras a Joaquín lo operaban de apendicitis.
Fue todo de golpe, de un momento a otro, dolor, vómitos, fiebre, ambulancia. La desesperación de tener que salir corriendo con un hijo y dejar otra rogando que no se despierte para tomar la teta. La bronca de que la obra social te diga que no hay cama en pediatría en ningún sanatorio de la capital federal ni de la zona norte. La espera, el suero, las enfermeras mala onda, el dolor, el miedo, todo una mierda. Finalmente lo operaron a las 4 de la tarde del martes. Apendicitis gangrenosa dijo el cirujano, a un paso de ser peritonitis.
Fueron 3 días de corridas, de angustia. Ir y venir cada dos horas para darle la teta a la nena, corriendo contra el reloj, sintiendo la culpa de dejar a uno para estar con el otro.
Como le decía hoy a una amiga hubiera deseado estar en su lugar para evitarle el dolor y el sufrimiento. Todavía tengo presente el dolor en el pecho de ver a m chiquito tan vulnerable, llorando abrazado a mí en la puerta del quirófano pidiendo que por favor no lo duerman, y que finalmente lo tengan que anestesiar a upa mío.
Hoy está como si nada hubiera pasado, hasta tengo que cagarlo a pedos para que no haga movimientos bruscos. Es increíble lo rápido que se recuperó. Pero a mí todavía me dura el susto. Y no es para menos.