Marie tiró la otra vez un blog que estaba mirando, y ahí fui yo. Y claro, ahora quiero todo lo que veo. Pero como no soy una inconsciente empecé por pedir pintar el futón, hacerle una funda y unos almohadones nuevos y voilá! Un cambio en nuestra casa. Pero me sacaron cagando. No es el momento, andar pintando embarazada y con los gastos que tenemos... puta madre. Odio cuando tiene razón. Así que me guardé mis ideas en el bolsillo y a otra cosa mariposa. Pero ojo que esto no muere acá, he dicho.
El sol está jodidísimo che, tengan cuidado. Ayer estuvimos en una pileta y aún con factor 30 nos asamos feo. Ahora en mi escritorio conviven el mate de la mañana, un vaso de agua con hielo y su respectiva botella para ir rellenando y el dermaglós post solar.
Mi hijo tiene momentos en los que es el pesimismo hecho niño. Te tira frases como "yo nunca voy a poder hacer tal cosa", o "yo siempre me voy a portar mal". Pero también tiene de los otros momentos, esos en los que es lo que toda madre quisiera de sus hijos, un niño que valora las pequeñas cosas de la vida, que se conforma con cada regalo que recibe y que siempre le ve el lado positivo al asunto. Y ayer cuando lo agarré con la máquina de cortar pelo porque las mechas le dan calor y porque además le encontré unas cuantas liendres, no fue la excepción. "Qué bueno que es tener mi propia mami-peluquera", "Ahora no me tengo que peinar a la mañana", "El shampoo que me compraste me va a durar más!!" o "Mi pelo está más suave que antes" son algunas de las frases post podado.