existe el amor a primera vista?

jueves, 28 de agosto de 2008

Ayer, hablando con un compañero de trabajo en la cocina de la oficina, nos pusimos a debatir si existe o no el amor a primera vista. O en realidad si hay que creer o no en semejante cosa.

Mi compañero, paladín del embelesamiento instantáneo, sostiene que uno puede enamorarse en cuestión de segundos, con sólo mirar a su doncella a los ojos. Yo en cambio, defensora acérrima del conocimiento mutuo previo a las frases que expresen sentimientos comprometedores, estoy segura de que no hay amor verdadero sin un tiempo de relación.

Durante mi adolescencia me enamoraba con frecuencia del primer patán que veía. No sólo creía que gustar de un chico y estar enamorada era sinónimo, sino que además caía rendida ante los peores ejemplares de la escuela. Los amaba en silencio, sabiendo todo de ellos. Todo, hasta que para ellos no era nadie. Me enamoré del chico con el que me dí mi primer beso. Me dejó a los tres días y lloré desconsoladamente. Después hubo una seguidilla de zanguijuelas hasta fines de 4º año, en que me puse de novia más o menos en serio con el papa de mi hijo. Esa relación duró 5 años y medio. Con 22 años y un hijo de 5, me separé y conocí al hombre del que, finalmente, me enamoré.

Está claro que son distintas etapas de la vida; cuando tenés 14 años creés que el amor que sentís por ese cantante pop es verdadero y cuando tenés 17 te autoconvencés de que el morocho del otro curso merece llevarse tu virginidad. Pero también uno va cambiando su personalidad o su mirada ante distintas cosas, según las personas que nos cruzamos en el camino. Yo tardé casi un año en enamorarme de mi novio. Y el aún más. Hoy somos felices, y después de mucho esfuerzo, concretamos nuestro primer proyecto. Vivir juntos.

No conozco demasiado los argumentos de los enamoradizos, pero me imagino que deben ser algo así como que el verdadero amor te pasa, de repente, sin que te des cuenta. O que si tenés mariposas en el estómago es que esa chica realmente es la mujer de tu vida. A mí las miradas como flechazos jamás me pasaron. Las "mariposas en el estómago" sí, pero no son más que una mezcla de nervios, con ansiedad y deseo; los mismos síntomas que precedieron mi primer vuelo en avión con mi hijo de 4 años o la firma del contrato de alquiler de mi actual hogar. Y no estaba enamorada ni del contrato, ni del avión.

Yo creo que para enamorarte de una persona tenés que conocerla. Saber qué música le gusta, si tiene olor a pata, cómo está compuesta su familia, si es alérgica a los jazmines o si duerme con medias. Tenés que conocer sus virtudes y sus defectos, y aún así seguir queriendo pasar el resto de tu vida con él o ella. A mí mi novio me enseñó a valorar cada gesto, cada demostración de cariño. La espera, el tiempo que pasó desde que yo le declaré mi amor y hasta que el me dijo que me correspondía, fue tortuosa pero placentera a la vez. Es como cuando comés un pedazo de torta y querés dejar la frutilla para el final. Porque es lo más rico. Y porque desearla durante ese ratito que te lleva comer el bizcochuelo te hace disfrutarla aún más. Esto fue así. Durante meses esperé que de su boca salga un te amo. En los momentos románticos, mientras hacíamos el amor o cuando hablábamos por teléfono. Y un día en el momento menos pensado, me lo dijo. Y fui la mujer más feliz del mundo.

El amor no es idealizar. El amor es que te esperen cuando volvés destruida de trabajar con una cerveza bien fría y la mesa puesta.

m'hijo el cartógrafo

jueves, 14 de agosto de 2008

Mientras hay niños que adoran treparse a todos lados, otros que desesperan por patear una pelota y algunos a los que no les interesa nada en especial, a mi hijo Joaquín le encantan los mapas. Él puede reemplazar a cualquier guía enfermo de Temaikén o del Zoo de Buenos Aires; no sólo que se los conoce de memoria sino que además tiene una interpretación de los mapas y un sentido de la ubicación que creo yo, no corresponde a un niño de 5 años. Dibuja mapas, colecciona mapas, los observa, los analiza y los usa. Se divierte inventando búsquedas del tesoro, indicando a dónde hay que ir con el mapa que te dan en el peaje de la Ruta 2 y descifrando a qué corresponde cada dibujo de un croquis. Además, como está aprendiendo a leer, está en su salsa. Así que ya saben, si necesitan alguien que los acompañe en un safari por el África, le avisan a Joaco y el con un mapita los lleva encantado.

lunes, 4 de agosto de 2008

Las mudanzas como la mayoría de las cosas de la vida tienen su lado bueno y su lado malo. El bueno es bastante obvio: renovarse, mirar otras paredes, ducharte en un nuevo baño, pelearte con vecinos nuevos. Lo malo también es bastante predecible, la mugre, las cajas, el cerrajero, el cansancio. En fin, nada que ustedes que seguramente alguna vez se han mudado no sepan.
Pero yo le he encontrado un nuevo significado (gracias a esta mudanza) a los lados positivos y negativos de semejante empresa.
Ya que trabajo 9 horas en el microcentro y vivía hasta hace 3 días en provincia, tuve que dejar a mi hijo con mi madre durante 3 días para poder embalar. Sino el tiempo no me alcanzaba. Y no verlo durante tanto tiempo fue horrible.
Pero estar los tres sentados a la mesa en nuestra casa es lo más lindo que me pasó en mucho tiempo.