negra murguera

Cuando Joaquín tenía más o menos 1 año conseguimos un cassette de María Elena Walsh, de cuando mi hermana y yo éramos chicas. A él le gustaba El Twist del Mono Liso (y claro, a quién no?) y Osías el Osito en el Bazar. Rebobinábamos una y otra vez para escuchar esas dos canciones, y yo cantaba como si estuviera de nuevo en salita Lila. A mí me gusta cantar.

Todo bien con María Elena, entonces. Por un tiempo. Porque Joaquín necesitaba algo más power. Un día de invierno, tratando de dormirlo, se me ocurrió cambiar el arrorró por la Bersuit. Y le canté Negra Murguera al oído, con la voz más suave que me salió. Y se durmió. A partir de ese día, la única manera de calmarlo cuando no conseguía conciliar el sueño era invocar al pelado Cordera.

Después Joaquín creció. Y las canciones quedaron en el olvido. Ni el pelado ni María Elena. Ni Piñón ni Barney. El bebé ya no era bebé. Y pasaron los años. Y llegamos al día de ayer.

Crisis, llanto. Joaco hecho una bolita arriba mio, tratando de que los mocos no le lleguen al piso y yo que no sabía cómo calmarlo. No sé por qué, pero empecé a cantar. Amor de Primavera, la de Tango Feroz, con la voz más suave que me salió, como aquel día. Primero se secaron las lágrimas. Después la respiración volvió a su ritmo normal. Y finalmente se durmió. Como cuando era un bebé.