El día que dejamos de ser uno

viernes, 20 de febrero de 2009

Eran las seis de la tarde más o menos cuando sentí la primera contracción. La panza se me ponía dura y me dolían las lumbares. Yo sabía que estaba llegando el momento, pero no me desesperaba, quería disfrutar cada segundo para poder recordarlo después con lujo de detalles. Nunca me imaginé que el trabajo de parto comenzara así. Creo que todas hemos visto en las películas que una señora embarazada corta zanahorias para un guiso en la cocina y de repente zas!, el dolor irrumpe estrepitosamente como las tormentas en la playa, y la doña suelta el cuchillo para agarrarse la panza y gritar, hasta que la contracción pasa y sale corriendo a la clínica. Pues esto no era así.
Seguí controlando mis contracciones que eran irregulares, venían cada 15 minutos, cada 5 o cada media hora. Mi papá venía a cenar con su mujer. Eran las 8 y las contracciones cada vez duraban más. A las 9.30 PM se hicieron constantes, parejas, cada 4 minutos y de casi un minuto de duración. Llamé a la partera. Faltaba poco.
A las 10 cae mi papá. Le abro la puerta y mientras le saco las cajas de pizza de la mano le digo:

"Tenemos media hora para comer antes de salir a la clínica, estoy en trabajo de parto."

Y claro, quién podía comer en ese estado de nervios, ansiedad y que se yo cuántas cosas más? Yo. Me tomé mi tiempo para comer y recién ahí partimos rumbo a la Trinidad.
Yo estaba tranquila, me moría de ganas de verle la cara a Joaquín, pero no tenía miedo. Mientras todas las embarazadas esperaban sentadas, en sillas de ruedas o en habitaciones de internación ambulatoria, yo esperaba parada que llegara la partera.

A las 3.10 de la mañana del jueves 13 de febrero de 2003 nació Joaquín. Lo primero que ví fueron sus bolitas colgando, cuando el obstetra lo tenía agarrado de sus piecitos. Lo envolvió en una manta y me lo trajo. Ahí nos conocimos, aunque vivíamos juntos desde hacía nueves meses, aunque lo había soñado toda mi vida, recién entonces nos conocimos. Estaba sucio, morado, con los ojos hinchados y las uñas negras y largas. Y me enamoré.

A veces extraño sus patadas, quedarme quietita y atenta, esperando un movimiento que me hiciera sentir que estaba ahí. Definitivamente estar embarazada fue lo mejor que me paso en la vida. Porque como ya he dicho antes, yo nací para ser mamá.


Laura ve,
aunque es grande su vida comienza aquí
y a la vez termina la sed de su espera.

5 comentarios:

maru dijo...

Ay qué pava me re emocioné!!!

Creo que yo también hubiera parado a comer!!

Beso

laurita dijo...

Comer es fundamental en cualquier instancia de la vida. Yo sostengo que la grande de muzza le dio fuerza al chiquito para bancarse el trajín de salir de una panza.

Besos!!

Tres dijo...

que preciosísima foto.
hace meses yo sentía eso, que lo único de lo que me sentía segura poder hacer bie, era ser madre. ahora dudo, pero son cosas de mis enfermedades psicologicas, dicen por ahí.

un beso (x

YeSi dijo...

muy tierno

Luchi dijo...

Te juro que llevo horas leyendo tu blog, no sé como lo conocí.
Pero sos demasiado tierna. Y una notable excelente madre.
Tengo 17 años, y cada vez que leía como hablabas de tu hijo,tu dedicación, quería ir corriendo a abrazarla a mi mamá.
:) que estés bien. Y felicitaciones por Sofi. :)
Un beso.
Luchi.