back to hell

lunes, 16 de febrero de 2009

Lo más difícil ya pasó. Las primeras horas de la mañana, cuando se desencadenan todos los problemas que vienen cuando terminás las vacaciones, ya pasaron. Sin sobresaltos, sin gritos y sin la palabra irresponsable. Eso es bueno.
La verdad que volver no me causaba ninguna gracia. No es que la pileta de Parque Norte me gustara tanto, pero el hecho de volver a mi vida de oficina era algo que me angustiaba cada vez más, en la medida en que la segunda quincena se acercaba. Hoy veo que no fue tan grave. A mi jefe solo lo cruce tres minutos antes de que se fuera de vacaciones y la otra persona para la que trabajo todavía no apareció. Estoy bastante tranquila, poniendome al día con algunos asuntos laborales y otros no tanto.
Volví decidida a cuidarme con las comidas, aunque no lo puedo llamar dieta. Y por ahora me la estoy bancando. Desayuné mate con una barrita de cereal, y almorcé un mini bifecito a la plancha con una mini porción de arroz. Ah, y gaseosa light. No está mal.
Todos me preguntan si descansé, y a todos les digo que no. Que con un hijo de 6 años no se puede descansar jamás, que pasando las vacaciones en Bs. As. es imposible encontrar paz. Pero creo que tampoco fueron tan negativos estos 15 días. Saqué algunas conclusiones y espero poner en marcha algunos proyectos personales en los próximos meses. Me sorprendí a mi misma en el ámbito de la repostería y le organicé a mi hijo una pequeña fiestita de cumpleaños en la que se reencontro con sus dos mejores amigos despues de meses de no verlos. Recibí muchas muestras de amor, nade y jugué con Joaquín, ví películas y comí en exceso. Dormí la siesta bajo una sombrilla y jugué a la escoba del quince. Me olvidé de pagar la tarjeta de crédito y de devolver las películas al video. Me compré unas sandalias de oferta y 3 musculosas por $30.

Creo que después de todo las vacaciones no estuvieron tan mal.

2 comentarios:

Sil dijo...

Yo creo que a veces alcanza con hacer ciertas cosas distintas para que cambie todo, no es lo mismo una noche de verano cenar como siempre que salir a comer al patio (y si abrís una cervecita ni te cuento...). Ni hay que irse a algún lado para romper la rutina y bajar un poco. Disfrutá con tus musculosas y tus sandalias, que otras se mueran de envidia en San Clemente queriendo estar en Punta. Besos.

laurita dijo...

Yo creo lo mismo. Patio no tengo, pero el balcón me ha dado grandes satisfacciones cerveza de por medio, e incluso al gurrumín de la casa le cambia el humor cuando tomamos la leche en el balcón.

Ahora que ya pasaron un par de días desde la vuelta al caos puedo analizar mis vacaciones según lo que tuve y no lo que dejé de tener. Y tirarme de bomba en la pileta con mi hijo fue definitivamente mejor que clavar sombrilla en la bristol. Gracias por pasar!